Un viaje al corazón del chamamé: la historia oculta de Serafín Altamirano, el músico changarín que tocó con Tarragó Ros y cuyas grabaciones pérdidas fueron rescatadas décadas después. Desde las cosechas de arroz en Corrientes hasta una fiesta íntima en Entre Ríos, su legado revive gracias a la tecnología, la memoria de su amigo Pedro Larroque y un equipo de artistas que honran su obra. Una crónica sobre el rescate cultural, la amistad y la música que no se deja olvidar.

Monte Caseros, 01 de agosto del 2025 – En el universo del chamamé, donde las historias se entrelazan con la música y el afecto, emerge la figura de Serafín Altamirano, un músico popular y campechano cuyo legado fue rescatado del olvido gracias a la dedicación de otros artistas y amigos. La historia, reconstruida a través de grabaciones inéditas y testimonios, revela no solo el talento de Altamirano, sino también el esfuerzo de quienes preservaron su arte para las generaciones futuras.
El encuentro que lo cambió todo
En septiembre de 1978, en una humilde celebración de cumpleaños en la casa de Manuel Picart en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, se gestó un momento único. Allí, Serafín Altamirano y su esposa Rosalía Sánchez —ambos acordeonistas— interpretaron chamamés inéditos, acompañados por el acordeonista Pedro Federico Larroque, quien registró la velada con una casetera de la época. Entre esas joyas musicales destacan «Para el amigo Manuel» y «Recuerdo de un amor», composiciones que hoy resurgen como testimonio de una época dorada del género.
De changarín a leyenda popular
La vida de Altamirano estuvo marcada por la dualidad del trabajo rural y la música. En los años 70, mientras cargaba bolsas de arroz en Monte Caseros, Corrientes, sus compañeros lo llamaban «Tarragó Ros» en referencia a su pasado como integrante del conjunto del «Rey del Chamamé», con quien grabó dos discos para el sello Odeon: «Bien de Campo» (1974) y «Curuzucuateño Co Soy Chamigo» (1975).
Fue Pedro Larroque, entonces encargado de controlar el arroz, quien al reconocerlo lo sacó de las pesadas tareas físicas y lo reubicó en labores más livianas. Así nació una amistad que derivó en colaboraciones musicales, con Larroque sumándose como segunda acordeón en el conjunto de Altamirano entre 1975 y 1977.
El rescate y la reconstrucción
Las grabaciones de aquella noche de 1978 permanecieron décadas en el olvido hasta que Larroque, ya anciano, decidió compartirlas. El proyecto de rescate tomó forma con la intervención de músicos correntinos como Jorge «Pelusa» Canteros (acordeón), Javier Alonso y Orlando Carozo Gutiérrez (guitarra y bajo), quienes reinterpretaron las obras con fidelidad al estilo original.
Pero el esfuerzo no se detuvo ahí: utilizando inteligencia artificial, se recreó un video que simula aquella reunión en casa de Picart, combinando las grabaciones recuperadas con imágenes generadas digitalmente. Este trabajo, editado por G. Cullen y producido en los Estudios ROG de Curuzú Cuatiá, marca un hito al ser pionero en aplicar esta tecnología al chamamé.
Un legado que perdura
La historia de Serafín Altamirano es la de un músico que, pese a su humildad y vida sencilla, dejó una huella imborrable. Su costumbre de dedicar canciones con glosas personalizadas —como aquella noche para su amigo Manuel— refleja el alma del chamamé: cercanía, identidad y emoción compartida.
Hoy, gracias al compromiso de Pedro Larroque, los músicos correntinos y los realizadores detrás del proyecto, su voz y su acordeón vuelven a sonar. No como un simple rescate arqueológico, sino como un puente entre generaciones que reivindica la cultura popular y sus músicos anónimos.
Tarragoseando.com —el espacio que difunde esta joya— cierra con una invitación: escuchar, recordar y, sobre todo, no dejar que el tiempo borre a quienes hicieron grande la música de la tierra.
Fuente: www.tarragoseando.com Serafín Altamirano – Para el amigo Manuel – Rescate Cultural.