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La noche que la tierra rugió, los temblores ocultos de Vaca Muerta

Por Lic. Rubén Martini

En Vaca Muerta, el boom del shale oil y gas viene con un costo invisible: pueblos que tiemblan. Mientras el gobierno y las petroleras celebran récords de producción, las grietas en las casas y el miedo en las comunidades cuentan otra historia. Esta es la crónica de una tierra fracturada, donde cada nuevo pozo abre la puerta a un posible desastre.

24 de julio de 2025 – En el pueblo de Sauzal Bonito (Neuquén) eran las 3:47 de la madrugada cuando Adrián Sandoval saltó de la cama. Las paredes de su casa crujieron como si alguien las estuviera quebrando a martillazos. Los vidrios de la ventana vibraron, los platos en la cocina se estrellaron contra el piso, y afuera, los perros ladraban desesperados.

«¡Es otro temblor, corran!»— gritó hacia sus hijos.

En menos de un minuto, el pueblo entero de Sauzal Bonito, un paraje rural de 200 familias en el corazón de Vaca Muerta, estaba en vilo. No era el primero, ni sería el último. En lo que va del año, 39 sismos han sacudido la zona. Pero este, de magnitud 3.5, fue uno de los más fuertes.

El pueblo de Sauzal Bonito (Neuquén)

«Antes esto no pasaba»— dice Adrián, de 41 años, mientras señala una grieta que atraviesa su living. «Desde que empezaron a perforar, la tierra no para de moverse.»

El precio del «boom» petrolero

Vaca Muerta no es un yacimiento cualquiera. Es la gran apuesta argentina para convertirse en potencia energética. Según datos oficiales, en abril de 2025 la producción alcanzó 442.000 barriles diarios, un 28% más que el año anterior. El gobierno celebra: el país pasó de un déficit energético de USD 5.000 millones a un superávit de USD 6.000 millones.

Pero detrás de las cifras macroeconómicas hay otra realidad: pueblos que se resquebrajan.

«Cada vez que tiembla, pienso: ¿y si esta vez se cae la casa?»— confiesa Marta, vecina de Añelo, donde en menos de 24 horas se registraron cuatro sismos a profundidades de 6 a 10 km, justo donde operan los pozos de YPF y Chevron.

Los informes del Observatorio de Sismicidad Inducida son contundentes: 31 de los 39 sismos de 2025 están vinculados al fracking. Pero el Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES) solo reporta los de magnitud superior a 3.0, gracias a un convenio de confidencialidad con el gobierno neuquino.

 

«Es como si nos dijeran: ‘No miren para allá’»— reclama Javier Grosso, geógrafo de la Universidad del Comahue, quien junto a otros investigadores mapeó 206 sismos entre 2015 y 2020, muchos más de los reconocidos oficialmente.

El silencio de las petroleras y el Estado

En Fortín de Piedra, el yacimiento de Tecpetrol que produce 13% del gas argentino, las torres de perforación no paran. Mientras Sauzal Bonito tiembla, las empresas y el gobierno provincial niegan la relación directa.

«No podemos confirmar que los sismos sean por el fracking»— declaró Patricia Alvarado, directora del INPRES, en una rara entrevista. «Necesitamos más equipos.»

Pero hay un dato revelador: durante la pandemia, cuando se frenó la actividad petrolera, los sismos desaparecieron.

Un trabajador petrolero, que pidió anonimato por miedo a represalias, lo explica:

«Después de una fractura hidráulica, a los meses sentís los temblores. Son como golpes bajo la tierra. Una vez bajamos a revisar un pozo y el caño había desaparecido, tapado por rocas.»

Las comunidades mapuches, entre el despojo y la represión

Del otro lado del río Neuquén, la comunidad mapuche Lof Wirkaleo vive su propia batalla.

«De noche vemos las luces de las torres. Sabemos que cuando empiezan a trabajar, pronto vendrán las explosiones»— dice Eduardo Romero, lonko (autoridad tradicional) de la comunidad.

En julio de 2025, un operativo policial desalojó violentamente un acampe pacífico frente a la Casa de Gobierno neuquina. Hubo 17 detenidos, incluidos menores, y varios heridos.

«Nos quitan la tierra, nos reprimen, y encima nos hacen vivir con miedo»— denuncia Eduardo.

¿Hacia un gran terremoto?

Los científicos advierten: cada sismo pequeño aumenta el riesgo de uno mayor.

«Un temblor de magnitud 5 es 27.000 veces más potente que uno de 2»— explica Guillermo Tamburini Beliveau, geólogo del CONICET.

En 2019, Sauzal Bonito estuvo cerca: un sismo de 4.3 sacudió la zona. Si algo así vuelve a pasar, ¿está preparado este pueblo sin hospital y con un solo bombero voluntario?

El futuro que tiembla

Mientras el gobierno de Javier Milei promueve más inversiones en Vaca Muerta con beneficios fiscales por 30 años, los pobladores de Neuquén se preguntan:

«¿Cuánto vale nuestro susto?»

Por ahora, la respuesta solo la da la tierra, que no deja de rugir.

Fuentes: Testimonios de pobladores, informes de FARN, INPRES, Observatorio de Sismicidad Inducida, y reportes de SWI swissinfo.ch, Mink’a Comunicación y Agencia Tierra Viva.

Nota generada con ayuda de IA.

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